

Son coches que antes no existían y que ahora se han puesto muy de moda, al igual que los SUV, berlinas medias muy potentes o cabrios-coupé.
El Opel Corsa es la extremización del modelo tradicional. Monta un 1.6 turbo de 192 caballos. Entrega una aceleración casi desde las bajas vueltas. Destaca por una franja de utilización tremenda y un tacto agradable.



El renault demuestra una agilidad felina y una capacidad de frenada abrumadora. Su tren trasero es el más nervioso y una batalla larga le ofrece una estabilidad lineal y en curva rápida. La suspensión está demasiado dura lo que se traduce en una pérdida de tracción en carreteras muy bacheadas e inconmodidad crónica. Es un coche para circuito sin duda.
Hablar del 207 es sinónimo de precisión. Es fácil de guiar, el eje delantero responde con nobleza a las órdenes del volante y el trasero se desliza lo justo para redondear las curvas. Además tracciona de maravilla y la dureza de la suspensión no llega a la del Clio. Se comporta como un coche de rallye.
El farolillo rojo es esta vez el Corsa, que aunque es rápido de conducir, no tiene la calidad de pisada de sus rivales. Han recurrido a un chasis veterano y esto tiene sus inconvenientes, y para ello el ESP debe de intervenir para mitigar las pérdidas de motricidad.
En el día a día el 207 es más utilizable ya que es menos gastón, funciona suave y monta de serie el climatizador bizona. El Corsa transmite por dentro más deportividad que sus rivales, mientras que el Clio es más austero y ruidoso en casi toda circunstancia.
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